Cómo empezó todo

Es tan difícil definir lo indefinible, que pensé que la divagante vida del beduíno era la que mejor podía representar ESTO: un sencillo cúmulo de reflexiones, de malas caricaturas, de diferentes estados y confusos sentimientos que forman parte de mi desierto interior.

martes, 13 de diciembre de 2011

EL SABOR DE LAS CIRUELAS

Muchos de vosotros sabéis la gran importancia que tiene para mí escribir, ese pequeño costumbre es, desde hace muuucho tiempo, un sinónimo de libertad.

Cuando era pequeña y no tenía con quien jugar ocupaba mis aburridas horas en soledad (algo habitual cuando eres hijo único) inventando mundos fantásticos, evadiéndome de la realidad, aprovechando supongo, ese carácter soñador que tenemos los tauro (esto según mi compañera de piso que cree en el horóscopo y la consecuente influencia de los astros).

En mi adolescencia, aquella efervescencia y luminosidad de mundos irreales quedó devastada por tormentosas historias que trataban de dar alivio a mi yo existencial, el cual comenzaba a florecer cargado de oscuros recuerdos. Atrás quedaban bellos arcoíris dando paso a trágicos amaneceres y lunas manchadas de sangre que resplandecían sobre fatuos mantos, un rojo sobre negro, fuegos en la nada que parecían salidos de algún que otro cuadro del Bosco.

Hoy, dejando a un lado todo esto, sólo quiero descargar, no sólo lo bueno o lo malo sino, lo cotidiano. Una sana decisión a la que curiosamente llegué hace varios días saboreando una ciruela.

Sábado, media tarde, voy a la nevera y….no hay mandarinas! Peeero, si ciruelas. Hace un día espléndido así que nada mejor que sentarme bajo mi árbol favorito a disfrutar de esta refrescante fruta. El sol acaricia mi espalda, mientras, una ligera brisa enreda mi pelo y va empujando las primeras hojas que caen al suelo. Como lentamente, aprovechando el jugo de cada bocado. Con un ritmo que parece acompasar a mi masticación veo como Kiwi, mi perro, se aproxima perezoso y se sienta a mi lado para llamar la atención, está mimoso como siempre y pone ojitos de pena lanzando estrellitas que imploran una compasión irrevocable, lo acaricio, doy otro mordisco y, de repente… me traslado unos doce años atrás a otra estación y a un lugar diferente:

Era verano sin duda, recuerdo corretear por un largo pastizal amarillento, seco. Las piernas se cansaban, los pies hacían crujir la hierba, los grillos cantaban, el sol penetraba en mi cabeza y mis pulmones apenas insuflaban aire pero el final…, el final lo conoces! Triunfantes! Sentadas en nuestro trono comíamos felizmente nuestro pequeño tesoro y, otra vez…. ese sabor, ese sabor inundaba mi boca.

Una misma fruta, dos momentos diferentes pero un nexo común: el disfrutar de las pequeñas cosas, algo que se nos olvida pero que es esencial, algo realmente especial que pervive en nuestra selectiva memoria….SILENCIO

miércoles, 22 de junio de 2011

RETRATOS

En uno de esos días tristes en los que únicamente la lluvia me sabe consolar, acompasando mi llanto silencioso, recordé:

Bajo la matemática pura albergada en su cerebro, bajo una inteligencia técnica de caja registradora se encontraba su espíritu. Seguía, como siempre, en la oscuridad, aunque algo había cambiado; un claro reflejo, un pequeño matiz que simbolizaba su apagada alegría. Y es que, apagada o no, lo importante era su presencia, porque, un pequeño estímulo siempre podía activarla, un grito, una melodía, un reflejo… cualquier cosa que pasase por alto aquellas imperfectas visiones que se quedaban grabadas en sus retinas.

La imagen ideal era meramente fruto de su cerebro. Sus pupilas, contenían espejos cóncavos y convexos que deformaban la realidad, es decir, lo que había más allá de la vista y de su praxis mental. Esta ceguera era la causante de su malestar, la que engrandecía todo tipo de imperfecciones, la que la llevaba al abismo, la que hacía que sus lágrimas se perdiesen en el edén de su rostro.

Miraba durante horas sus manos, seguía aquellas líneas una y otra vez, como intentando encontrar en su trayectoria un mapa que la guiase, pero se sentía perdida. Estaba claro que los jeroglíficos de su piel eran imposibles, no había solución.

Pero… definitivamente, algo había cambiado. Cuando hubo dejado de llover, sencillamente, reaccionó: a quien le importa si nadie es perfecto! Y se hizo el Silencio, su mejor forma de hablar pero sin decir nada…..

martes, 3 de mayo de 2011

EL SABER DISFRUTAR DE LOS SENTIDOS


La capacidad de asombro es algo realmente importante, hoy, se podría decir que es un don que sólo conservan unos pocos. Digo que “conservan” porque es algo con lo que nacemos y que se hace especialmente manifiesto en nuestra infancia, el preguntarnos por qué es imprescindible y, sin embargo, al irnos acostumbrando al mundo en que vivimos parece que nos mimetizamos de tal forma con él que apenas nada nos sorprende. Esa es la causa, la costumbre. Es lo que nos hace no razonar muchas de las cosas que nos rodean. Es lo que nos hace caer en una vida mental sedentaria porque, una cosa es aprender pero otra es pararte a razonar lo que estas aprendiendo; sin embargo, es verdad que pensar requiere tiempo y, el tiempo, es un bien escaso. Por lo tanto, cúal es la importancia de la razón o, mejor dicho la capacidad de razocinio? ¿Mucha? ¿Poca?, Los antiguos decían que mucha, sin embargo, yo digo que no todo lo alberga la razón, o si pero no, me explico: Para Parménides los sentidos eran engañosos y se dejaba guiar por su razón, sin embargo, los sentidos ofrecen sensaciones maravillosas ¿Son engañosas esas sensaciones? Puede, pero yo creo que el pararte a pensar y disfrutar de esos pequeños placeres que corresponden a una fracción de segundo es fruto de la razón y, por ello, si reconoces las siguientes sensaciones puede que no estés perdido, solamente inconsciente:

OLFATO: el olor a hierba recién cortada, el olor a bizcocho, el olor que desprende la tierra al llover después del seco verano, el olor a manzana, el olor a pan, el olor a café recién hecho…

OÍDO: oír el mar, el cantar de los árboles en un día de otoño, el piar de los pájaros en una mañana de primavera….

TACTO: tocar la seda, el algodón, el pelo suave de la persona a la que quieres…

GUSTO: el sabor… la dulzura de un helado de fresa, la acidez de un helado de limón, o mejor todavía, la ambigüedad de un helado de fresa y limón.

¡Despierta! ¿Crees realmente que te engañan tus sentidos? Puede, es cierto que las apariencias engañan pero…de errores también se vive.

lunes, 11 de abril de 2011

LA IMPORTANCIA DE LA MONOTONÍA

Cuántas veces había pensado que su vida era aburrida, insípida, totalmente insustancial. Poco que contar y nada que decir. ¿Era esa vida reflejo de su personalidad?...
Todo parecía sumirse en el silencio pero, aquellos silencios, aquellos vacíos, podían decir más que mil palabras y lo había olvidado. Creía que todo era fruto de su inseguridad, sin embargo, suponía ser precisamente lo contrario porque, su falta de confianza era lo que en otro tiempo la había hecho cambiar, la había sumido en una nebulosa, en un espectro que devoraba todo lo bueno, en algo que rompió todos sus esquemas, que atormentaba su cerebro, que quebraba la racionalidad de su monotonía diaria.
Así, cuando recordó, cayó en la cuenta de que, poco importaba que su día a día fuese repetitivo, que todo se redujese a costumbres. Lo que le gustaba es que tenía ante todo buenos hábitos, pequeños placeres que realmente llenaban su espíritu.

martes, 15 de marzo de 2011

entre él y ella

Creía estar en el lugar adecuado en el momento adecuado pero, no, ese tampoco iba a ser su amor porque cuando lo conoció era domingo, un mal domingo, de esos en los que pronosticas el fin de tu mundo, de tus fantasías.
Ensimismada en preludios apocalípticos de su existir, lo vio pero pasó de largo aunque, claro, ella no sabía quien era él y él estaba demasiado asustado como para articular palabra, sus ansias por encontrar una chica normal a la que convertir en alguien especial lo dejaban petrificado y, aunque ese fue el primer contacto, habría que esperar un par de meses para que sus vidas se volviesen a cruzar.
Ella volvía tras un largo fin de semana en casa de sus padres y él regresaba de su viaje a Inglaterra. Ahora si, era domingo, llovía, hacía frío y parece que las cosas no habían cambiado desde la última vez que se habían visto, pero era el día.
Ella seguía demasiado arraigada a un universo de inseguridades que la llevaba a mirarse al espejo al menos unas cincuenta veces al día, obsesionada con lo que sobra o no sobra, con lo que falta, con lo que quiere y no puede. Tanta perfección y no tenía lo más importante, tanto mirar para no ver.
En cuanto a él...por una vez acertó, aquella somnolienta chica la había visto antes y algo le decía que ella, ella con mayúsculas, aunque, si no lo era ¿que más daba?, al menos debía intentarlo así que, a pesar de que sabía que autobús le llevaba a la estación de tren, decidió preguntarle. y aquellos segundos pasaron a ser cuasi eternos. De una simple pregunta surgieron grandes momentos compartidos.
Él no era especial y ella tampoco pero, en sus abrazos, en sus miradas, en sus sonrisas, sin duda había algo y los dos lo sabían.