Cuántas veces había pensado que su vida era aburrida, insípida, totalmente insustancial. Poco que contar y nada que decir. ¿Era esa vida reflejo de su personalidad?...
Todo parecía sumirse en el silencio pero, aquellos silencios, aquellos vacíos, podían decir más que mil palabras y lo había olvidado. Creía que todo era fruto de su inseguridad, sin embargo, suponía ser precisamente lo contrario porque, su falta de confianza era lo que en otro tiempo la había hecho cambiar, la había sumido en una nebulosa, en un espectro que devoraba todo lo bueno, en algo que rompió todos sus esquemas, que atormentaba su cerebro, que quebraba la racionalidad de su monotonía diaria.
Así, cuando recordó, cayó en la cuenta de que, poco importaba que su día a día fuese repetitivo, que todo se redujese a costumbres. Lo que le gustaba es que tenía ante todo buenos hábitos, pequeños placeres que realmente llenaban su espíritu.