Trenes, vías, autobuses, pistas, autopistas, carreteras, asfalto y más asfalto.
Todo negritud, huelo a humo, hay carbón en el horizonte.
La gravedad se despide, la cabeza me estalla y mis sesos se espolvorean a lo largo de este fatigante viaje.
Aureolas me rodean, me elevo por encima de esa hierba espigada, abducida por la nave espacial, si, esa, la que es como de papel de albal.
El viento sopla, nada queda atrás, ni siquiera polvo, únicamente: Silencio.
Cómo empezó todo
Es tan difícil definir lo indefinible, que pensé que la divagante vida del beduíno era la que mejor podía representar ESTO: un sencillo cúmulo de reflexiones, de malas caricaturas, de diferentes estados y confusos sentimientos que forman parte de mi desierto interior.
jueves, 29 de enero de 2015
jueves, 15 de enero de 2015
Serie: La caja de música. A imitación de y unos recuerdos.
DEL CONTENIDO DE UN SUSPIRO
El 19 de junio de 2011 a eso de
las 16.37 de la tarde, tres jovencitas iguales suspiraban por cosas muy
diferentes en distintos lugares. Tres jóvenes de belleza lánguida, palidez
aguda, pronunciadas ojeras y con unos ojos verde- almendra sujetos por una interesante
nariz y boca pequeña, coreaban al
unísono un tremendo y desahogado ahhhh.
Y si bien en el caso de la primera era un
claro signo de frustración contenida, la segunda…bueno, la segunda suspiraba a
pos de un poco de chocolate, si por una de esas tabletas que de vez en cuando
nos gusta catar, exhalando en ese relajante suspiro los deseos antes
contenidos, sus coquetos acertijos y su imperiosa lujuria ahora ciertamente
saciada.
Pero, al otro lado del mar y dos
ríos más abajo o a unos tres días de distancia según el vuelo de una
golondrina, se encontraba la tercera joven, la cual no suspiraba por otra cosa
que no fuese su carente de falta de
inspiración, mientras su mirada se quedaba clavada en un mismo punto, viendo su
cara proyectada en la pantalla del ordenador sin distinguir su rostro,
ensimismada en el anhelo de recuperar la imperante capacidad imaginativa que
albergaba en su más tierna infancia, cuando de algún modo tenía que aullentar
su profundo aburrimiento en aquella apartada
aldea del interior, cuando se despertaba con los guiños que el sol hacía a
través de su persiana. El caso es que esa tercera jovencita soy yo, la que
escribía mientras escuchaba le moulin
de Amelie, esa película que la había
marcado creyendo ser ella la chica difícil de pintar del cuadro de los remeros, todo ello en la búsqueda de un
simpático personaje diferente. Y reflexionaba y reflexionaba al ritmo de esa
canción pulmonar que expulsaba y recogía
el aire contenido en su abstracción: sin darse cuenta que el problema era ese,
el creer ser diferente, tan diferente como el resto de la gente en un mundo
donde las Amelies se multiplicaban
por doquier porque, aunque todos somos diferentes siempre seremos especiales para los que nos rodean o al menos
así lo pensaba y lo pienso. Cada uno de mis amigos me ha aportado algo nuevo
que los hace únicos.
sólo después de tanta divagación fue cuando
esta joven cayó en la cuenta que estas breves líneas son símbolo de que todavía
queda algo de ataño, de aquel tiempo pasado que creía y sigo creyendo mejor…pues,
después de tanto SILENCIO parece que hubo vida, con días ácidos mejorados por otros dulces como el
favorito de sus helados: fresa y limón
(nota mental: para conocer a alguien no hay nada mejor que
saber cúal es su helado favorito, en los sabores está la clave de su
personalidad, sin duda, ahora lo veo claro!! Ah! Y, desde luego, jamás te fies
de alguien a quien no le gusta el helado!!)
Y como siempre, todo fundido en
nata y silencio…
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